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La tristeza del samurai
Autor: Victor del Árbol
Ediciones Debolsillo
Esta obra que hoy analizamos, La tristeza del samurái, (Alrevés Editorial), ahora editada en las ediciones Debolsillo, tras haber pasado prácticamente desapercibida en su primera edición, lo primero que impone es la pregunta de cómo fue posible aquella contingencia: y ya no sólo porque el autor, gracias a este texto, se haya convertido en el primer escritor español que gana el premio a la Mejor Novela Negra Europea  ‘Le Prix du Polar Européen’ que otorga la prestigiosa revista francesa Le Point, sino por su calidad, muy por encima de la media nacional en el género. Se trata de una de las mayores sorpresas literarias recientes. Con esta obra, que comienza en plena posguerra española y acaba el 23-F de 1981, el autor hace una reflexión sobre la culpa, las emociones y el poder. La historia está muy bien construida y mejor presentada al lector, que puede creer e identificarse con los personajes que van jalonando sus páginas. La historia arranca en la posguerra, y según el autor porque nunca en la historia de este país tan castigado hemos estado tan cerca de la oscuridad. Añade que no es su intención crear una historia sobre el franquismo ni la guerra civil, no se trata de eso. A Del Árbol le interesa expresar el miedo al mañana, el abuso de los ganadores y el miedo de los perdedores, el caldo de cultivo propio para la injusticia y la ceguera de unos y otros. Aderezado por un interés histórico por el desarrollo de la División Azul en el frente de Leningrado durante la II Guerra Mundial. Los tiempos pasados tras la guerra civil son abono ideal para ilustrar tales ánimos. El final se instala en la intentona golpista del 23-F de 1981, tal vez impresionado por la expresión de un familiar al ver por televisión los tanques de Milans por las calles de Valencia. El miedo reflejado en el rostro de la persona que vivió la guerra y la impresión de ya “estamos otra vez”, el temor al futuro que, por unas horas, se extendió por el país, se convierten en piezas de referencia para el autor, que de esta manera une los estados de ánimo, la conciencia social de aquellas diferentes épocas de la historia, que quedan así enlazadas. La historia, resumida en una abogada que se ve envuelta en una trama ocurrida a comienzo de los años cuarenta, y cuyos hechos casi medio siglo después no han sido aun borrados en las emociones de los protagonistas. Poco a poco la misma trama irá complicando la existencia de la protagonista, cuyos antecedentes personales parecen incluirse en los propios de la historia. Los personajes vienen a especificar las contradicciones propias de los humanos: encarnan deseos -querer, venganza, idealismo, amor, poder, soñadores, románticos y crueles- son volubles, a veces valientes y a veces cobardes, unas veces dignos y otras miserables, contradictorios porque están vivos y reaccionan en función de lo que les sucede. Las protagonistas principales son dos mujeres separadas por cuarenta años y antagónicas en su manera de ser y de hacer. A pesar de todo tienen una cosa en común: la desesperación de vivir intensamente todo aquello que hacen. Luchan por no convertirse en personas anodinas, no dejan, no quieren dejar que nadie escriba sus destinos. El autor apuesta por esta emoción, esta rebeldía contra una vida que parece predeterminada. Rinde tributo a la gente que lucha por sus sueños, los consiga o no, pues al final lo que queda es el camino, más allá de los logros. Los personajes caen en situaciones muy límites, llevados al abismo de sus emociones, puesto que así es como cual da lo mejor y lo peor de sí mismo.
 Flanagan