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La experiencia de tres grandes músicos, Víctor Correa-Cruz (violín), Adolfo Hontañón (viola) y José Enrique Bouché (cello), tras 25 años de recorridos divergentes, se unen en esta formación con el fin de interpretar la música de cámara para trío de cuerda, que junto con Juan Carlos Cornelles al piano formaron cuarteto para interpretar a Mozart y añadiendo el contrabajo de Daniel Machado lograron el quinteto necesario para la obra de Franz Schubert “La Trucha”. La selección y desarrollo del programa fue cronológico, pasó del clasicismo al romanticismo  creciendo del trío inicial de L. Boccherini, al cuarteto de Mozart y al exuberante quinteto final de Schubert, todo esto que recoge un periodo de 60 años.

La música de cámara tiene la singularidad del trabajo en equipo donde cada intérprete es igual de importante que el resto de compañeros y todos, en conjunto, gozan al conseguir su propio punto de vista sobre la pieza, no es la marca de una sola persona, su riqueza está en la aportación para sacar el máximo a la obra que se interpreta. Puedo imaginar las grandes veladas en pequeños salones escuchando a estos grandes genios de la composición.

El trío inicial de L. Boccherini me parece una obra muy de salón, bailable y confiada a pasar el rato los escuchantes sin reclamar demasiado de su atención. La siguiente obra fue el cuarteto de Mozart donde no queda otra que estar sentado y escuchar los grandes brillos de sus melodías y armonías; la tercera parte es un “rondó” bastante escuchado, me gustó mucho la interpretación completa. La segunda parte del programa fue para el quinteto con piano “La Trucha” de F. Schubert, desarrollo apasionante en cinco movimientos de lo que en un principio fue una canción creada con sus poco más de 20 años de edad y que llegó a ser muy conocida en su momento. Ya en el primer “Allegro vivace” aparece el motivo en las notas agudas del piano, con una conjunción maravillosa del resto de instrumentos y es el de mayor duración. El siguiente es un “Andante” que me resulta muy de transición pero donde se sigue recordando el motivo, eso sí muy transformado. La broma musical (scherzo), de grandes contrastes de volumen, es un paso muy corto para entrar de lleno en el cuarto y gran movimiento que es el “Tema con variaciones”, donde la famosa canción va pasando de un instrumento a otro empezando por el violín con el piano en silencio, al piano, a la viola y al cello con el contrabajo y las combinaciones violín-piano y violín-cello. El “Final allegro” cierra la obra contrastando lentos con vivace de gran fuerza. La gran interpretación recogió una buena salva de aplausos, puede que incluso aplaudiera el perro de la vecindad que siempre expresa sus opiniones en mitad de los conciertos con sus roncos “guaus”.

Ante la demanda de aplausos y algún “bravo” nos ofrecieron de propina una repetición del final. En resumen, conjunto de gran calidad y expresividad; y de las obras que decir…. pues eso, una delicia. Gracias a todos los músicos y a Bell’Arte.