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En el mundo antiguo la miel de mejor calidad se destinaba a la alimentación, la de peor o menos purificada se usaba para medicina y otros usos, como los religiosos. En “La Iliada”, Aquiles llevó miel para enterrar a Patroclo, su amigo, y la diosa Thetis introdujo néctar y ambrosía en sus fosas nasales, al objeto de evitar la descomposición del cadáver. Los cadáveres de Héctor y Aquiles también fueron embalsamados con miel, así pudieron ser expuestos para su honra hasta nueve y diecisiete días, conservándose sin problemas hasta su incineración. Demócrito y Alejandro Magno fueron sepultados en miel pura. Dado su poder antiséptico los naturalistas griegos conservaban sus especímenes en miel. También utilizaban la cera para embadurnar a los cadáveres, evitando su corrupción. El veneno de las abejas ya era conocido en la antigüedad, así Hipócrates lo recomendaba como poderoso antirreumático.

En la España Romana la apicultura española fue muy influenciada por los conocimientos de los romanos, que habían adquirido de los griegos, y estos de los egipcios. Catón, Varrón, Columela, Plinio y Paladio fueron los que desarrollaron la técnica de la apicultura romana. Una causa muy importante para el desarrollo de la apicultura en esta época fue el Cristianismo, al llevar la cera virgen a los altares, lo que provocó una gran demanda de la misma. Se seguía ignorando que la miel se formaba a partir del néctar de las flores, los hispanorromanos creían que era un don del cielo, rocío del cielo, recogido por las abejas. Virgilio llama a la miel “aérea”, formada por “el rocío de los aires”. Los romanos llamaban al polvillo floral “pollen” que significa “flor de harina”.

Estatua de Columela. Plaza de las Flores, Cádiz.

Los alimentos más apreciados en esta época eran la carne, leche y miel. Los romanos importaban grandes cantidades de miel del Imperio, sobre todo de Creta, Chipre y principalmente de España. “Que la miel corra sobre tí” era el saludo entre los romanos para desearse prosperidad, enviándose como obsequio panales de miel. Las virtudes nutritivas de la miel fueron muy apreciadas por los romanos, figuraba en numerosos platos y no faltaba en ninguna mesa, entre los muchos productos que elaboraban con miel citaremos el que nos relata Columela, la “aloja”, que luego utilizaron los árabes y fue la bebida nacional en la época de los Austrias, así nos dice como se elaboraba: “Ha de hacerse agua de aloja con miel muy buena, la cual no se hace de un modo sólo. Algunas personas encierran durante algunos años agua de lluvia en unas vasijas y la tienen al raso en un sitio donde dé el sol después de haberla trasegado y haberla aclarado, mezclan un sextario de esta agua con una libra de miel. Sin embargo, algunos que quieren darle un gusto más áspero deslíen nueve onzas de miel en un sextario de agua, con esta porción llenan un frasco, lo tapan con yeso hasta el nacimiento de la canícula, lo dejan que esté cuarenta días al sol; y por último lo ponen en un sobrado donde llegue el humo”.

Luna de miel, costumbre de Roma que ha llegado hasta nuestros días, la madre de la recién casada llevaba por las mañanas, durante toda una fase lunar, una vasija con miel para que la tomaran los recién casados, como símbolo y remedio para obtener fortaleza y salud. Por ello el inicio de la vida matrimonial se conoce como “Luna de miel”. Citar a Lucius Iunius Moderatus Columela, nacido en Cádiz, en los primeros años del siglo I, superó con creces el saber agronómico de sus predecesores, siendo el mayor de los agrónomos de las letras clásicas.

Antonio Nicolás Ochaíta

Asociación de Amigos del Centro y Museo Apícola de Sigüenza