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El británico Philippe Sands es, a sus 57 años, uno de los abogados de derechos humanos más reputados de occidente, implicado en algunos de los más llamativos y principales procesos penales internacionales de los últimos años: Pinochet, Irak, Ruanda... Autor de varios ensayos jurídicos, una invitación para dar una conferencia en Lviv o Leópolis, una ciudad ucrania que antes fue polaca y antes austrohúngara, cambió su vida. Allí había nacido su abuelo, pero también dos de los más importantes juristas cuya influencia en el proceso de Nuremberg fue decisiva en su jurisprudencia: ellos fueron los creadores de los conceptos de “crimen contra la humanidad” y “genocidio”. Se llamaron Hersch Lauterpacht y Rafael Lemkin, ambos judíos que salvaron el pellejo milagrosamente de la masacre propiciada por los alemanes. Y también había pasado por ahí Hans Frank, el gobernador nazi de Polonia, responsable de la muerte de las familias de estas tres personas. Aquella invitación se convirtió en el libro que hoy presentamos la reseña, Calle Este-Oeste. Se trata de una evocación de la vieja Centroeuropa de finales del Imperio Austro-Húngaro y el interregno entre las dos guerras mundiales, un período de la historia que retrató de forma magistral Stephan Zweig en El mundo de ayer. Se trata de un período prácticamente desconocido para nuestra cultura histórica, tal vez basada en el convencimiento de que Europa se extiende desde las islas británicas hasta Alemania y pare usted de contar. Pero los avatares llenos de violencia que soportaron los ciudadanos del este de nuestro continente durante el siglo XX bien merecen una mirada (y una reflexión). Es a la vez una intriga que trata de responder a viejos misterios familiares y un retrato de las figuras que lograron algo que parecía imposible entonces: que los Gobiernos no tuviesen derecho a hacer lo que quisiesen con sus ciudadanos. Tras mostrar la trayectoria de los cuatro principales protagonistas de la historia (El abuelo León, el criminal Franck y los dos juristas), llega el momento en que arranca el encuentro de todos ellos, en el juicio a los asesinos nazis, tal vez el tramo menos denso y más aséptico del libro. No es, en absoluto, un libro acerca del proceso de Nuremberg, sino más bien sobre las causas que lo motivaron y su importancia en el desarrollo futuro del derecho penal internacional, aun en un proceso de desarrollo absurdamente lento (y al paso que van las cosas, de dudosa realización). Asombra, tras finalizar la lectura, el comprobar cómo muchos de los elementos que llevaron al desastre al continente (y al resto del planeta, habría que decir), parece que vuelven a reeditarse en los últimos tiempos, como si la lección aprendida tras el cataclismo y que condicionó un nuevo orden de colaboración y solidaridad se haya ido olvidando con el tiempo... El libro es de mucho interés para quienes gusten de conocer la historia de nuestro continente en los últimos tiempos, para ilustrar sobre los males de ciertos radicalismos (de la convivencia entre judíos, polacos y ucranios se pasó a la matanza colectiva de unos a otros, según quien tuviera el mando por entonces). Y una buena lección de derecho internacional para los profesionales del mismo.