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Meliponini es una tribu de himenópteros de la familia Apidae, se las conoce como abejas sin aguijón, son abejas sociales, viven en colonias permanentes, se distribuyen por las regiones tropicales y subtropicales del planeta, África, Australia, Asia, Centro y Sudamérica.

Hay más de 500 especies de abejas melíferas sin aguijón descritas, aunque cada año se descubre alguna nueva especie, su tamaño varía desde los 2 mm hasta los 2 cm, entre ellas se encuentran algunas de las especies más antiguas, como las del género Trigona, como Cretotrigona prisca, conservada en ámbar y con una edad de 70 millones de años. Producen miel, cera y propóleo, la miel es muy diferente de la que producen nuestras abejas, es muy líquida y fermenta enseguida, por ello se conserva en frigorífico. Se cree que hace unos 60 millones de años evolucionaron perdiendo el aguijón, al no tener necesidad de usarlo como ocurre en muchos órganos de los seres vivos se atrofia, hoy se puede comprobar en las especies que existen.

No se conoce civilización alguna desde que el hombre habitó el planeta que haya considerado a las abejas como un insecto dañino, maléfico, a evitar, al contrario, las abejas han sido queridas y veneradas desde la más remota antigüedad, Egipto, Mesopotamia, Persia, Asia, América, Grecia, Roma, por citar algunas, el insecto sagrado y venerado por los Mayas.

Las colonias Meliponas, tanto las que se instalan en troncos de árboles como en las colmenas de los apicultores, tienen una pequeñísima entrada circular de un centímetro de diámetro, una sola guardiana vigila la entrada y, aunque carecen de aguijón, tienen otras formas de defenderse, mordiscos, expulsión de sustancias cáusticas e irritantes, zumbidos. Los panales los hacen de una forma muy curiosa, horizontal, circulares, con unas celdillas que tienen forma de jarras o ánforas, donde depositan la miel y gran cantidad de polen fermentado, los panales los van construyendo en altura, como si fueran pirámides circulares, para los mayas era la casa de dios, los edificios religiosos mayas se construían a imagen de las colonias Meliponas.

Los Mayas, cuyo nombre proviene del cultivo del maíz, su alimento principal, consideraban que las Meliponas tenían poderes sobrenaturales muy potentes, la belleza de sus ojos azules como el cielo les asemejaba a los dioses, vivían en una simbiosis total con ellas. El códice maya Tro-Cortesianus que se encuentra en el Museo de América, Madrid, nos dice que el dios creador, el dios maya, Ah Muzenkab, es el padre de las abejas y protector de la miel, producto sagrado del Yucatán, representa una abeja gigante con figura antropomórfica, que se encuentra con la cabeza hacia abajo y los pies arriba, porta panales de abejas en sus manos, protege al pueblo de las abejas sin aguijón que producen esta sustancia sagrada. La miel se utilizaba como medio de pago en el comercio, alimento energético insustituible.

El dios padre de las abejas.

La abeja sagrada de los mayas es la especie Melipona Beecheii, de tamaño similar a las europeas, las colonias tienen una reina, la única hembra fecundada de la colonia, a diferencia de las europeas no enjambra ni abandona la colonia hasta su muerte, es una reina virgen quien sale de la colmena con parte de su población para formar un nuevo hogar. Las Meliponas al vivir en zonas tropicales no tienen los problemas de las europeas para mantener la temperatura de su hogar en torno a los 35 °C, sus casas se encuentran extremadamente limpias como las europeas, las celdillas o ánforas llenas de miel y pan de abeja (polen fermentado), la estructura piramidal fuerte, robusta, no existe diferencia entre las celdillas de reina, obrera o macho. Las Meliponas no segregan jalea real para alimentar a la reina ni a las larvas en sus primeros días de vida, el ritual es más complejo que el llevado a cabo por las abejas europeas, las Meliponas preparan las celdillas poniendo en el fondo una espesa capa de alimento, mezcla de miel y polen fermentado, una hembra virgen deposita un huevo estéril en el fondo de la misma, este huevo sirve de alimento a la reina, le suministra energía y nutrientes, similar a la jalea real, después de alimentarse con este huevo pone el suyo fecundado en el fondo de la celdilla. La reina es muchísimo más grande, con una abdomen desmesurado, en la fotografía adjunta se ve en el cuarto círculo de la pirámide, contando desde arriba, una reina, tiene los ojos negros. Las abejas tardan unos 55 días en eclosionar, las hembras vivirán unos 60 días, el tiempo que tardan en nacer es casi igual al tiempo que vivirá, la reina, como las europeas, hasta cinco años.

La historia de la pérdida de población de las Meliponas se inicia con el descubrimiento de América y la introducción de abejas de raza europea, concretamente la italiana, Apis mellifera ligústica, se aclimata enseguida, se alimenta de las mismas plantas que las Meliponas, reduciendo su espacio vital, la ligústica gana la partida, las Meliponas estuvieron al borde de la extinción. Hoy esta abeja maravillosa, pacífica, polinizadora esencial vuelve a llamar la atención de los apicultores, escarmentados de los fracasos cometidos con la importación de razas de abejas de otras latitudes, o cruzamientos para mejorar, que sólo empeoran, las razas de abejas, vuelven a criar estas abejas autóctonas, que resisten los virus, bacterias, varroas y demás parásitos. Aunque la extracción de la miel es complicada, se llega a hacer con una jeringuilla alveolo por alveolo, o volcando la pirámide una vez abiertas las ánforas o celdillas, los apicultores no dudan en su cría, no sólo para obtener una miel riquísima y un polen fermentado o pan de abeja cuyas propiedades medicinales e inmunológicas están plenamente demostradas, sino, además, la polinización tan extraordinaria y eficaz que realizan hace que sus cosechas de productos agrícolas sean mayores y de más calidad.

La meliponicultura está siendo rescatada, las abejas sagradas de los Mayas vuelven a ocupar el espacio que nunca debieron perder, harmoniosas, generosas, dulces, inteligentes y portadoras de paz, todas las especies de abejas, por los alimentos que nos regalan y por la gran labor polinizadora que realizan, merecen que las consideremos como lo más sagrado de la naturaleza y de nuestro futuro.

Antonio Nicolás Ochaíta

Asociación de Amigos del Centro y Museo Apícola de Sigüenza